Porque tal vez una surrealista mañana mexicana los alebrijes de San Pedro Ocumicho ya no se encuentren ni en la mente de sus pobladores. Porque quizá un día ya no existan las muñecas “Tanguyús” de Tehuantepec o el cobre martillado de Santa Clara, o los “totomoxtles” de Acatlán de Juárez, o los delfines y ballenas de palo fierro de Punta Chueca, antes de que amanezca se debe revertir la severa depresión que pesa sobre las artesanías.
El oficio, se infiere, casi está en vías de extinción; transcurre en una prolongada crisis que afecta a un millón 800 mil mexicanos que, en su mayoría (52.3 por ciento), percibieron el año pasado ingresos menores a un salario mínimo, mientras que más de 85 mil trabajadores de dicha población “no obtuvo ninguna entrada de dinero”. Son los artesanos, herederos, maestros y custodios de nuestra cultura.